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miércoles, 7 de febrero de 2018

Rafael Correa y el futuro de Ecuador


José Steinsleger

Pírrica ganancia del presidente Lenín Moreno en el referendo que urdió para acabar con Rafael Correa, fundador del partido que lo encumbró (Alianza-País) y motor de la revolución ciudadana que proyectó a Ecuador con fuerza, en el mapa de la política subregional y mundial.
Celebrada el domingo pasado, la consulta arrojó un resultado contundente: la iniciativa oficial se alzó con 64 por ciento de los sufragios. Sin embargo, al desmenuzar la votación, algunos analistas detectaron que, en proyección, Moreno ganó perdiendo.
Para Kintto Lucas, la consulta contó con el apoyo de fuerzas antagónicas que, por separado, carecen de representatividad popular: viejos políticos de derecha y extrema derecha, pequeños partidos de izquierda (socialista, Pachakutik, comunista), los de centroderecha y centroizquierda, múltiples organizaciones sociales. Todos contra Correa, el actor político con mayor arraigo popular (36 por ciento de voto duro).
Lucas estima que la consulta debilitó al gobierno de Moreno: Y lo peor es que de ahora en adelante, será un gobierno débil, que ya gastó su carta política fundamental, que era la consulta. A esto habrá que sumar los reclamos de los distintos sectores, que exigirán les cumplan lo prometido.
Asimismo, el académico Juan J. Paz y Miño Cepeda destacó la convergencia inédita de fuerzas sociales: viejas izquierdas, la centroizquierda, los marxistas ortodoxos, así como los pro bancarios, los dirigentes de movimientos sociales, el movimiento indígena, las centrales sindicales, diversos sectores de profesionales, y agrupaciones de la sociedad civil.
Añade Paz y Miño: “Lo inédito está en que, además… se congratulan por el que consideran un cambiado ambiente político de ‘democracia y libertades’, reconocidas figuras políticas del pasado, los más influyentes medios de comunicación privados y, desde luego, los públicos, los diversos partidos de la derecha política, las cámaras de la producción y las élites económicas nacionales”.
Salvando contextos, inconsecuencias o adversidades, el revés del correísmo guarda similitudes con el padecido por el kirchnerismo, a finales de 2015: cierta fuerza vital que se fue burocratizando, la marginación de militantes valiosos pero renuentes a las mieles del poder, la ciega confianza en el uso y abuso de los teléfonos inteligentes, y la delegación de la política en tecnócratas, consultores y comunicadores alienados por la cultura digital.
Las derechas de Ecuador y América Latina, las izquierdas impolutas pero sin pueblo, la Usaid, la CIA, Tel Aviv, el Departamento de Estado (en particular, la embajadora en Quito, Heather Hodges, expulsada por Correa en 2010), aún no se recuperan del chuchaqui (cruda).
Y mucho menos el político Fernando Villacís, periodista y operador ad honorem de la CIA, que al día siguiente de la derrota de Correa, logró que el líder de la revolución ciudadana rindiera testimonio frente a la fiscalía de Guayaquil por un presunto perjuicio al Estado en la venta adelantada de petróleo a China y Tailandia. El mismo cuento que en Argentina continúa hostigando judicialmente a Cristina Fernández de Kirchner, por la venta de dólares a futuro del Banco Central. ¿Qué sigue, entonces, con Lenín Moreno?
Bueno… por ahora (Hugo Chávez dixit), el chistoso gobernante ecuatoriano seguirá inaugurando obras públicas que Rafael Correa dejó encaminadas. O bien, seguirá contando a niños y adolescentes de su historia sexual con las películas pornográficas, tal como lo hizo a inicios del ciclo lectivo de la Sierra. O bien que en la sede de la Unasur, ubicada en la mitad del mundo, inaugure una discoteca, como lo hizo en la Universidad del Conocimiento Yachay, obra magna de la corrupción de Correa, y única en su tipo en el continente.
Cristina, Lula, Correa… ¿Habrán arado en el mar, como llegó a sentir el Libertador? Tributarios del pensamiento estratégico de Hugo Chávez, en sintonía con el de Evo Morales, Nicolás Maduro y el ejemplo de Fidel, todos ellos sacudieron, en el primer decenio del siglo, la conciencia nacional y popular de la Patria Grande.
Sin ese pensamiento, cualquier anhelo de gobernabilidad, paz y democracia en Ecuador, o en cualquier país de nuestra América, quedará en entredicho.

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