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jueves, 7 de septiembre de 2017

EU: un influyente senador en el banquillo



Ángel Guerra Cabrera
La Jornada 
El 6 de septiembre inició en Newark, Nueva Jersey, el juicio por corrupción contra el senador estadunidense de origen cubano Robert Bob Menéndez. Por primera vez en 36 años es sentado en el banquillo un miembro del Senado de Estados Unidos. De hecho, salvo casos de traición durante la Guerra Civil, únicamente cuatro senadores en funciones han sido condenados por un tribunal en la historia del país.
Menéndez ya perdió tres apelaciones para que se desestimaran los cargos que se le imputan. Dos ante la Corte Federal de Apelaciones y una ante la Corte Suprema, la definitiva.
El senador, de 63 años, no es un legislador más. Presidió la poderosa Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, cargo del que se tuvo que apartar en enero debido a la investigación por corrupción, de cuya tremenda gravedad aún no se tenía idea. Uno de los más connotados enemigos de Cuba, Venezuela y los gobiernos y movimientos populares de América Latina y el Caribe, el legislador enfrenta 18 cargos por fraude y soborno de fiscales federales. Si es condenado, el demócrata por Nueva Jersey podría pasar un buen tiempo en la cárcel.
Menéndez es acusado de haber recibido cerca de 800 mil dólares en donaciones a sus campañas, regalos, viajes en avión privado y lujosas vacaciones pagadas por Salomon Melgen, un oftalmólogo multimillonario de Florida, a cambio de que abogara por sus negocios.
Según la acusación, Menéndez se reunió con altos funcionarios del programa de asistencia pública sanitaria Medicare, con el propósito de que el médico no tuviera que pagar millones de dólares a la agencia. También hizo que funcionarios del Departamento de Estado gestionaran visados para amigas de Melgen. La fiscalía sostiene que al menos seis de los asistentes del senador, pagados por el gobierno y, consiguientemente, por los impuestos de los contribuyentes, hicieron llamadas y enviaron cartas a su nombre solicitando visas para las jóvenes de 20, 22 y 27 años que su amigo Melgen, casado y de 60 años, quería traer. Las tres son ahora residentes legales en Estados Unidos.
El senador, acusan los fiscales, también hizo gestiones con el ente de aduanas estadunidense para que Melgen se beneficiara de un contrato por 500 mil dólares para servicios de seguridad portuaria en República Dominicana. Menéndez fue también acusado en otra ocasión de disfrutar en el país caribeño de los favores de prostitutas menores de edad facilitadas por Melgen. Pero su prontuario delictivo comienza casi con su carrera política. El ahora legislador se libró de la cárcel en 1982, cuando aceptó un trato con los fiscales federales para declarar contra su mentor Bill Musto, entonces alcalde de Unión City, en medio de una investigación sobre una pestilente trama de corrupción política en el condado de Hudson.
Un gran jurado acordó los cargos penales el pasado primero de abril contra Menéndez y Melgen, lo que llevó a The New York Times a pedir la dimisión del senador. Cada uno de los ocho cargos por soborno está penado con 15 años de prisión. Los dos acusados mantienen su inocencia y se declaran no culpables. Alegan que todo lo hicieron debido a su estrecha amistad. La fiscalía deberá demostrar que hay una relación directa entre el incentivo financiero y las actividades oficiales del senador. Pero la tarea se le complica pues un reciente fallo de la Corte Suprema estrechó la definición de corrupción aplicable a los funcionarios electos.
Los fiscales argumentan que Melgen le costó a Medicare, las aseguradoras privadas y los pacientes entre 65 y 150 millones de dólares al diagnosticar mal y maltratar a decenas de personas con degeneración macular húmeda. En algunos casos, facturó para el tratamiento de prótesis y ojos ciegos. Una acusación tan grave equivale casi a 30 años de cárcel y es lo que ha hecho que expertos legal
es adelanten la teoría de que Melgen –como hizo Menéndez en 1982 en relación a Nusto– puede haber llegado a un acuerdo con la justicia para declarar contra el legislador y ver así su condena considerablemente reducida.
Si ese fuera el caso, Menéndez la tiene muy difícil. El poderoso senador que, sin rubor alguno, se ha empeñado durante años en recrudecer el genocida bloqueo a Cuba y en fomentar el golpismo y la violencia fascista en Venezuela nunca imaginó que podría verse con un pie en la cárcel del sistema que lo ha prohijado y enriquecido. En la mejor de las alternativas, su carrera política está acabada.

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