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martes, 15 de agosto de 2017

Venezuela y el museo de las intervenciones



Víctor M. Toledo
No hay peor situación que la de un individuo desmemoriado. Igualmente un pueblo sin memoria es un pueblo sin porvenir. Quienes hoy desde México intentan intervenir en la política interna de Venezuela, no sólo son desmemoriados, sino apátridas, porque se olvidan de lo vivido en carne propia durante los últimos casi 200 años. La historia de las intervenciones extranjeras en México, desde que éste se convirtió en un país independiente al firmar su Acta de Independencia, el 28 de septiembre de 1821, ha sido tan traumático, que ningún mexicano que se respete puede pasarlo por alto y menos negarlo u olvidarlo. Se define una intervención como el acto mediante el cual un Estado intenta negar o lesionar la soberanía nacional de otro Estado independiente. Los métodos por los cuales se ejerce o ejecuta una intervención son sumamente variados, normalmente comienzan por presiones diplomáticas y terminan en el empleo de la fuerza armada. Siempre implican una actitud de exigencia física o moral del Estado interventor sobre el Estado intervenido que tiene por objetivo obligar a este último a adoptar medidas, compromisos o actitudes contrarios a su voluntad. Una intervención extranjera equivale sin duda a una violación entre países.
Recordemos. El territorio mexicano ha sido violado y mancillado seis veces: en 1829 por España, en 1838-39 por Francia, en 1846 por Estados Unidos, en 1862 por España, Francia e Inglaterra y en 1914 y 1916 de nuevo por Estados Unidos. Los pretextos siempre fueron los mismos: o la defensa de intereses económicos y comerciales o supuestas agresiones o incidentes menores. Ideológicamente se adujo dar una lección de civilización por parte de los franceses, o educar al pueblo mexicano, según los invasores gringos. La humillación de la nación mexicana alcanzó su máxima expresión en dos ocasiones: en septiembre de 1847 cuando la bandera estadunidense se izó en el Zócalo y permaneció ahí durante nueve largos meses, y en 1862, cuando el ejército francés tomó la Ciudad de México. Para que ningún mexicano olvidara estos sucesos, se creó el Museo Nacional de las Intervenciones en la Ciudad de México justo en uno de los escenarios de una batalla memorable: el Convento de Churubusco (ver). Hoy el museo adquiere de nuevo una actualidad extraordinaria.
La historia moderna de las intervenciones tiene que ver con los imperialismos, y muy especialmente con el estadunidense. Entre 1775 y 2004, Estados Unidos realizó 26 invasiones militares en 13 países latinoamericanos: Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Cuba, Republica Dominicana, Haití, Puerto Rico, Granada, Panamá, Nicaragua, Guatemala y México. Esta ignominiosa tradición de brutal dominio gringo sobre los latinoamericanos fue quebrada por los llamados gobiernos progresistas en las dos últimas décadas y de manera notable por Bolivia y Venezuela. Hoy defender la soberanía venezolana, es decir el derecho inalienable de una nación para resolver sus propios conflictos internos, significa resistir y evitar la posibilidad de una nueva muestra de despotismo imperial. El asedio que ha sufrido Venezuela como nación, sigue el mismo modelo aplicado por Estados Unidos en otros escenarios asiáticos y africanos como ocurrió en Afganistán, Irak, Libia y Siria. Una guerra mediática sin precedente para implantar un idea falsa de los actores políticos contrarios a sus intereses, la creación de frentes de países aliados y, finalmente, la intervención militar. En el caso de Venezuela la guerra mediática lleva años, con la novedad de que la artillería informativa es casi global, pues proviene de gran parte de los medios estadunidenses, europeos y latinoamericanos. El martilleo ha sido bestial y constante. Sin embargo nadie en su sano juicio podría afirmar que ese país vive una dictadura y que el presidente Maduro sea un dictador, cuando ha habido decenas de elecciones y el sistema electoral venezolano ha sido reconocido internacionalmente. Menos se pueden negar los avances logrados en la erradicación de la pobreza, la construcción del poder popular o ciudadano, los derechos de los pueblos indígenas y la transición agroecológica para producir alimentos sanos (ver).
En el caso venezolano, 14 años de socialismo bolivariano, cuyo perfil no acaba de delinearse por culpa del petróleo, enfrentando y cuestionando el modelo neo­liberal de Occidente quizás han sido demasiados para los poderes imperiales y la soberbia occidental, pero son demasiado pocos para su arraigo y su consolidación. Y es éste proceso de transformación social el que debemos exigir que sea respetado. Resulta más que sospechoso que la Organización de Estados Americanos (OEA) se haya centrado y especializado en exigir respeto a los derechos humanos en Venezuela e ignore o soslaye lo que ocurre en otros países donde se violan diaria y puntualmente como en Honduras, Haití, El Salvador o México. Mientras todos los medios denuncian el centenar de muertes en Venezuela de los últimos cinco meses, casi ninguno informa de que en México hubo en el mismo periodo ¡9 mil 916 homicidios dolosos!
En síntesis, invitemos a los apátridas desmemoriados, comenzando por el propio Presidente de la República, a visitar el Museo Nacional de las Intervenciones en un intento por enfrentarles a su propia incoherencia. Que ellos mismos corroboren lo que ha significado para este país y para los mexicanos la humillación de tener el territorio invadido por ejércitos extranjeros, y que tomen nota de las decenas de miles de mexicanos gloriosos (los chinacos en primer lugar) que dieron su vida por defender la
patria frente a la ambición y la tiranía de los imperios.
A la memoria del maestro Gastón García-Cantú (1917-2004), impulsor del Museo Nacional de las Intervenciones.

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