La Jornada
¿Andaba Platón muy errado cuando pensó que la república iría mejor sin los poetas?
En días pasados, circularon en la web un par de comunicados
solicitando adhesión frente a la crisis de Venezuela. Uno llamaba a la
detención de la
escalada de violencia, el otro refutaba sus contenidos, y ambos fueron suscritos por
vacas sagradasde las izquierdas de América Latina y el mundo. Por ejemplo, yo.
Adherí al titulado
¿Quién acusará a los acusadores?, porque tal como están las cosas en el país bolivariano, sentí que el primero había sido redactado por Luis Almagro en las oficinas de la OEA.
Prueba de ello es que entre sus adherentes figuraban algunos personajes de la
izquierda modernade México y Argentina (ésos que antiguamente llamábamos
derechistaso
reaccionarios), obligando a otros insignes de la nómina a explicar después por qué firmaron el brulote. Cosa que en lugar de aclarar, oscureció aún más sus argumentos.
Sin embargo, me pregunto si en el comunicado que firmé hubo necesidad
de recurrir a las ideas de Antonio Gramsci para servirlas de aperitivo,
plato fuerte y postre. ¿Y por qué no las de Marx, Engels, Lenin y el Che también?
¿La historia de Venezuela carece de líderes populares y pensadores
revolucionarios? En fin…estamos viejos y no aprendemos, no aprendemos,
no aprendemos.
Tramo final del primer comunicado:
Las salidas a tales crisis siempre son largas y complejas, pero requieren más democracia, nunca menos. Y este proceso sólo podrá concretarse por la vía del respeto de los derechos humanos, así como de la autodeterminación del pueblo venezolano.
Sin discusión. Empero el vocablo
crisisviene de una voz griega que se escribe con
k, y alude a los trastornos que conlleva cualquier cambio. Acaso por esto, lo usamos hasta la náusea en asuntos que necesitamos juzgar o distinguir:
krisispolítica, económica, cultural, ambiental, individual, social, laboral, ambiental, sicológica, emocional, ideológica… ¿será por la
crisis?
Nada escapa a un término que, coloquialmente, permite dar cuenta de
todo sin rendir cuentas de nada. Pero entre los griegos de antaño,
krisisera sinónimo de
combate,
lucha,
esfuerzo,
mudanza de ideas. Y de su raíz surgieron palabras como
críticay
discernimiento, que permiten separar unos juicios de otros para analizarlos sin ilusión, pero con la esperanza de entenderlos.
Prueba y error. En suma, toda crítica conlleva el esfuerzo de
discernir. Algo que puede (o no), correr el velo de lo que hasta un
segundo antes veíamos como verdades irrefutables, abriéndonos la mente a
verdades que ya estaban en la realidad, o negábamos como tales.
Ejemplo uno: si decimos que la violencia ha sido
la parterade la historia, es claro que algo hemos avanzado para dejar de priorizar sus técnicas. Porque si bien entendí, Hugo Chávez soñaba con una revolución sin sangre, aunque hoy hayamos llegado a un estadio en el que los muy ricos entran a diario en el cielo por el ojo de una aguja, con camellos y la mar en coche.
Ejemplo dos: la revolución bolivariana surgió de la represión de un
gobernante que se decía democrático, cuando el pueblo de Caracas se alzó
en repudio a un durísimo plan de ajuste del Fondo Monetario
Internacional. Oficialmente, hubo 276 muertos en tan sólo una semana.
Número que investigaciones posteriores multiplicaron por 10, con miles
de cadáveres sepultados en fosas comunes (Caracazo, 27 de febrero de 1989).
El 4 de febrero de 1992 se produjo el fallido alzamiento del
Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200, 32 muertos), que
venía organizándose en las filas del Ejército desde 1982. Liderado por
Chávez, el MBR-200 aludía al bicentenario del natalicio del Libertador
(1783).
En 1994, el presidente democristiano Rafael Caldera indultó a Chávez,
quien tres años después, con miras a los comicios presidenciales,
organizó el Movimiento Quinta República. A finales del año siguiente,
fue electo presidente con 56.5 por ciento de los votos imponiéndose,
como tarea primordial, cambiar la Constitución de 1961 por mediación de
un proceso constituyente.
Ahora bien. Traslademos los datos referidos a la actualidad, y
preguntémonos: de los dos presidentes, el innombrable y Maduro… ¿cuál de
ellos ordenó al Ejército reprimir al pueblo? ¿El que las derechas y el
terrorismo mediático recuerdan como
demócrata, o el que preside un gobierno que las izquierdas angelicales vislumbran con
marcados rasgos autoritarios, endosando al Estado la violencia golpista fogoneada por la CIA?
¡Jijos!... Nicolás Maduro empieza a seducirme. Porque, si esta crisis
termina mal, no quisiera que corra la suerte de Maurice Bishop. Por
consiguiente: ¡pa’ lo que usted ordene, señor presidente!
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