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jueves, 15 de junio de 2017

El verdadero significado de America First



Claudio Lomnitz
En su edición de ayer, The Guardian publica un interesante reportaje acerca de las condiciones laborales en una fábrica textilera que hace la ropa de la marca de Ivanka Trump en Indonesia. El reportaje tiene su chiste, porque ya el 31 de mayo pasado había aparecido la noticia de que en China, el señor Hua Haifeng, un activista en asuntos laborales, había sido detenido por la policía al estar investigando las condiciones de trabajo en una fábrica que produce zapatos de la marca de Ivanka Trump. Aparte del señor Huang, dos otros hombres, Li Zhao y Su Heng, también desaparecieron mientras investigaban las condiciones de otra fábrica China, que también maquila zapatos para Ivanka. Las autoridades chinas todavía no los han soltado.
Según se dice, estos dos activistas estaban por armar un escándalo, porque en la fábrica en cuestión no sólo se paga menos del salario mínimo establecido en China, sino que se caracteriza muy señaladamente por la práctica de tolerar cotidianamente los abusos verbales y las violaciones de los derechos de la mujer.
Curiosamente, el señor Li declaró a The Guardian que su organización había participado en cientos de investigaciones de factorías en toda China, pero que la fábrica de productos Ivanka Trump fue la primera que su gobierno había decidido impedir. ¿Por qué será?
Se supone que la marca Ivanka Trump ofrece líneas de ropa y accesorios que le hacen un guiño al feminismo y que congenian con la personalidad de la mujer trabajadora. Ivanka es ahora también autora de un libro acerca del trabajo femenino, en que aboga por cierto equilibrio, digamos que conservador-moderno, entre las actividades laborales y la atención a las obligaciones domésticas y de recreo. Sin duda, sería algo penoso un reportaje que revelara que las fábricas que elaboran sus productos pagan menos que el salario mínimo chino y maltratan rutinariamente a las mujeres.
Además de que como asesores principales de Donald Trump, Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner, se supone que tendrían que ser paladines de toda aquella verborrea conocida como el America First, según la cual los mexicanos y los chinos en especial han pasado décadas viéndole la cara a los gringos y vendiéndoles productos hechos en condiciones infrahumanas, para así minar el aparato industrial estadunidense y atraer esas fábricas a sus países. Trump hizo campaña con la perorata de que México y China hacen competencia desleal a Estados Unidos, y con que lo primero que haría, cuando llegara a la presidencia sería cerrar a ambos el grifo del libre comercio. Ahora los chinos reprimen una investigación sobre las condiciones miserables que imperan en las fábricas en que se elaboran los productos de la marca Ivanka Trump. ¿Por qué?
En lo que a China se refiere, la retórica del America First parece haber conducido a las autoridades a una estrategia bastante abierta de cooptación de Trump y de sus empresas aliadas. El encarcelamiento de los activistas que buscaban denunciar las condiciones en que se elaboran los muy patrióticos productos de Ivanka Trump es un ejemplo justamente de esta política, pero no es de ninguna manera el único caso. Así, desde la ascensión de Trump a la presidencia de la república, el gobierno Chino ha aprobado 35 patentes que están directamente a su nombre, y que servirán para que el personaje ponga en China un buen número de negocios en hotelería, venta de seguros, prostitución (una industria conocida como de escort services) y seguridad privada. Es un número extraordinario de patentes concedidas, y procesadas todas de manera expedita. Si Juan Ruiz de Alarcón viviera, le pondría a esa obra el título de La concesión sospechosa.
Por último está el caso, todavía más fresco, del yerno y factótum Jared Kushner, también de la industria de bienes raíces, cuya hermana causó revuelo hace unas semanas, porque fue a China para atraer inversionistas a dos rascacielos que la familia construye en Nueva Jersey. Como pilón, para endulzarles la oferta, la hermanita del asesor principal de Donald Trump ofrecía tarjetas de residencia expeditas, por cada 500 mil dólares invertidos (green cards). Es, sin duda, buen ejemplo de la clase de escrutinio extremo (extreme vetting) por el que tanto ha abogado Trump, para ver a quién sí y a quién no se le dará una visa para ingresar a Estados Unidos. La cleptocracia China pasará la prueba extrema. ¿Qué son, para ellos, 500 mil dólares?
Gracias al periodismo de investigación de The Guardian, hoy sabemos también exactamente cuáles son las condiciones de las fábricas de Ivanka –ya en los talleres chinos, ocultados por la corrupción que vincula a ese gobierno con Trump–, sino por las de Indonesia, donde las trabajadoras no ganan en una vida suficiente para comprar su propia casa; la mayoría no tiene protección sindical, y les pagan 40 por ciento menos que el salario mínimo en China. Sus condiciones de ninguna manera permiten el estilo de vida por el que aboga Ivanka en su libro y, desde luego, han atraído el dinero de la propia familia Trump, que no ha tenido empacho en abandonar tierra estadunidense.
Para México, la moraleja de estas historias es más o menos evidente. Si queremos que Trump le baje al volumen a la matraca de su antimexicanismo, habrá que ofrecerle una buena mordida a él, a su hija o a su yerno.

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