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sábado, 3 de junio de 2017

El Estado distraído



Gustavo Gordillo
El Estado mexicano no es un Estado fallido, pero es un Estado ausente o si se quiere mejor, un Estado distraído.
Elecciones en el mundo. En años recientes las elecciones en varias partes del mundo han tenido tres características comunes. Se debilita el sistema tradicional de partidos. Emergen propuestas electorales anti-sistema. Se movilizan segmentos del electorado que votaban poco. Las razones que llevan a esos resultados están fuertemente orientadas por las características específicamente nacionales, pero resaltan dos aspectos. Un gran enojo social generado por la incompetencia y/o la corrupción de las clases dirigentes. Una serie de falencias en el funcionamiento del Estado que invisibilizan a segmentos importantes de la población en cuestión.
La corrupción fue clave en las elecciones en Corea del Sur y jugó un  papel importante en Francia. El sentimiento de haber sido abandonados por el Estado generó un ámbito de movilizaciones de poblaciones que se expresaban poco en el ámbito electoral tanto en Estados Unidos como respecto del Brexit en Reino Unido y en parte de las elecciones en Francia. Las fuerzas anti-sistema se han anidado en las pequeñas ciudades. Para algunos se trata de un conflicto entre globalización y proteccionismo; otros lo visualizan más como un conflicto entre localismo y cosmopolitismo.
Las elecciones en México. Las elecciones de este domingo en México, que involucran tres gubernaturas (estado de México, Nayarit y Coahuila) y presidencias municipales en Veracruz tendrían que ser analizadas con pinzas debido a que aunque abarcan a un número importante de votantes no son comicios nacionales. Muchos opinan sin embargo que estos resultados están perfilando las elecciones presidenciales de 2018. Supongo desde luego, que estarán desvelando de una manera más nítida el humor social derivado de que en los citados estados han prevalecido procesos impactantes de corrupción, índices altos de delincuencia y contubernio con las autoridades, e ineficiencia en la acción gubernamental. También van a ilustrar la forma en que los actores electorales se mueven en esta coyuntura.
Tres preguntas claves en la coyuntura electoral. ¿El enojo social se expresará en participación o en abstención? ¿El voto útil será un voto anti-priísta y se sumará al competidor que mayores posibilidades tenga de vencer al PRI en estos estados o se expresará como voto anti-sistema en abstención o en voto nulo? ¿Qué queda del voto duro de los partidos principales y de sus aparatos electorales?
El Estado ausente. Después de estas elecciones e incluso más allá y más acá de las presidenciales de 2018 hubo una transición política que debilitó los tres ejes de la gobernabilidad autoritaria: el presidencialismo, las reglas formales e informales que alimentaban el uso arbitrario y discrecional del poder y el partido hegemónico. Ninguno ha sido totalmente sustituido, ninguno ha desaparecido totalmente. Lo que prevalece desde finales de los 90 a la fecha es una especie de dejar que los temas y acontecimientos candentes se vayan pudriendo poco a poco; hasta que no quede más remedio que inventar alguna forma de intervención de un estado debilitado, crecientemente maltrecho y atrapado en la jibarización y la colonización de franja del quehacer estatal por poderes fácticos.
Estado ausente, indolente, incapaz. Para muchos segmentos de la población lo perciben y lo que viven es más o menos un abandono de la acción del Estado, más o menos un actitud indolente ante los reclamos o las protestas ciudadanas y un amplio espacio para acciones espontáneas que tratan de sustituir generalmente para mal el papel que algunas vez desempeñó directamente o como articulador el Estado mexicano.
El día después de las elecciones la pregunta de fondo es cómo reconstruir el tejido social y la gobernabilidad.

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