Guatemala
En el escenario del horror que se llama Guatemala se criminaliza a
niños estudiantes que participan en una manifestación pacífica
y, con similares argumentos, se persigue a líderes de la
resistencia frente a proyectos de despojo. Los mismos voceros y
“call center” se preguntan: por qué salen a protestar, por qué
bloquean calles y carreteras, por qué hacen bochinche, por qué no
se quedan en sus casitas, por qué no quieren desarrollo.
En el caso de los estudiantes violentados [1], la pirueta argumental
obvia un hecho que nos condena como sociedad (el atropello
voluntario y consciente de jóvenes) y una actitud delictiva (el
asesinato cometido por el conductor) para centrar nuestras
discusiones en la responsabilidad de los padres y maestros que
permiten a los alumnos manifestarse y, por fin, en la impertinencia
de los jóvenes por salir a las calles en vez de aguantarse
calladitos.
En este constructo ideológico, de valores y, finalmente, de
lenguaje, una palabra clave es responsabilidad. La pronuncian al
unísono quienes adversan reformas constitucionales y los
empresarios que incumplen sus obligaciones fiscales y utilizan la
violencia. Otra palabra repetida es unidad, comprendida como unidad
alrededor del poder, frente a lo excluido (múltiple y diverso) que
reclama condición de sujeto.
El problema es que las mentadas responsabilidad y unidad nos llevan
a soportar o justificar mafias, mientras desprotegemos la dignidad
de las mayorías. Así, somos bipolares: el país campeón en
estabilidad macroeconómica y apoyo a la inversión empresarial
versus corrupción, desnutrición, pobreza crónica, asesinatos,
destrucción medio ambiental, desvío de ríos para monocultivos,
pérdida de bosques, agua y diversidad, irrespeto colectivo a la
vida.
Actuamos de forma vehemente para favorecer los intereses de unos
pocos pero nos ausentamos cuando se trata de fortalecer la
convivencia solidaria y los derechos colectivos. Más que
consecuencia, la violencia y la injusticia cotidianas y de todos
los colores son la esencia de este Estado y esta sociedad, que
deifica el dinero, fortalece la competencia y el individualismo,
considera los derechos como amenaza, se asusta de su pasado y niega
el futuro.
Sin embargo, este modelo económico, político y social se
encuentra en un callejón de difícil salida. El sistema vigente,
inmutable en su esencia, hasta hace poco estable políticamente
(recambio electoral cada cuatro años), con capacidad de
reconfiguración y de neutralizar la oposición, está en crisis.
Esta crisis viene determinada, por un lado, por disputas internas
de elites y disputas geoestratégicas, que no logran definir un
nuevo pacto político, una vez agotado el ciclo político del 85
(Constitución), renovado en 1993 (sustitución de Serrano Elías)
y 1996 (firma sin voluntad de cumplimiento de los Acuerdos de Paz).
Estas disputas presionan para la continuidad tal cual del modelo o
para reformas controladas.
Por otro lado, la crisis se agita por la indignación ciudadana
(desde abril de 2015, centrada en la lucha contra la corrupción y
las reformas políticas) y la impugnación histórica (desde 1524)
que propone una sociedad construida desde la visión de los
sectores populares, con carácter plurinacional: la ruptura para la
transformación del sistema.
Cambiar el modelo económico y político. Transformar pensamientos
y sentires
El escenario del horror que se llama Guatemala es también
territorio de sueños, acción colectiva y esperanza. La disputa
contra el terror normalizado llega repleta de “resistencias y
profundidad”, como afirma María José Rosales Solano,
lesbianafeminista y anti-racista. Se multiplican las formas de
decir no y de afirmar (construir): la costumbre, la tradición, la
cultura, el tejido, el maíz, la cosmovisión, la identidad, las
manifestaciones de estudiantes, concebidas como primera escuela de
ciudadanía y participación, las luchas territoriales por la
autodeterminación…
Sandra Xinico Batz, antropóloga maya kaqchikel, considera que “la
importancia de no perder la memoria radica precisamente en la
necesidad de percatarnos de que la cosa no se pone mal ahorita
porque desde hace varios años viene desmoronándose para nosotros
(los pueblos). Seguimos saliendo a las calles mientras la realidad
no cambie y con la esperanza de que en el futuro no tengamos que
volver a salir a demandar”.
Transformar la violencia, la desigualdad y la injusticia
normalizadas en una Guatemala de solidaridad y construcción
comunitaria es nuestro gran reto. La articulación de programas,
acciones y sujetos (organizaciones y actores) es condición sine
qua non para convertir esta coyuntura en corriente de
transformación que quiebre el Estado y el régimen actual.
Complejizar la acción política; entender que una nueva sociedad
solo es posible si nos organizamos y trabajamos de forma diferente;
combatir un sistema de dominación múltiple desde espacios
plurales, complementarios e interconectados; vincular las
propuestas de reformas inmediatas con las reformas estructurales;
conectar actores urbanos y comunitarios; apostar a la
transformación del poder para lograr la toma del poder político…
son apenas inquietudes y tareas pendientes.
¿Cómo debatimos y planteamos alternativas al modelo económico,
el extractivismo y el despojo? ¿Cómo logramos que el debate
sobre el despojo y sus consecuencias (por ejemplo, presos
políticos) no sean monólogo de comunidades indígenas y rurales,
silencio de comunidades urbanas? Hoy por hoy, conciliar “derechos”
de las empresas extractivas con derechos de las comunidades nos
lleva a una espiral de violencia y reducción de derechos.
¿Cómo avanzamos hacia un nuevo pacto social más allá de los
pactos de elites tradicionales? Por ello, ¿cómo fortalecemos la
construcción desde abajo y el protagonismo de pueblos, comunidades
y sectores populares, en detrimento del protagonismo histórico de
sectores urbanos? Esto obliga a pensar otras formas de movilización
y sujetos plurales y colectivos para salir de la crisis y
reconstruir nuestro futuro.
¿Cómo actuamos más allá de la política estadocéntrica, para
ir más allá del Estado actual? En Notas para una política no
estadocéntrica[2] Amador Fernández Savater nos invita a abrir
nuevos “planos de lucha”, construyendo un cambio “multicapas
y multicanales”, a partir -entre otros- de cambios en las
subjetividades.
Lo que vivimos hoy (masacre en Hogar Seguro, atropello de
estudiantes, imposición de empresas sin consulta, persecución de
dirigentes sociales, gobierno de mafias y/o ineptos, parálisis de
reformas políticas, desnutrición, pobreza…) es la evidencia de
un Estado construido por y para las elites, y de la preeminencia de
valores sociales moldeados al antojo de aquellas, históricos pero
caducos.
[1] El 26 de abril un automovilista arrolló a estudiantes de la
Escuela de Ciencias Comerciales II, en la Calzada San Juan de la
Ciudad de Guatemala. Los estudiantes demandaban desde hacía meses
mejoras educativas. El automóvil aceleró a pesar de que varias
niñas y niños estaban bajo sus ruedas. Doce estudiantes
resultaron heridos, una joven fue asesinada. Ver también
https://pensamientosguatemala.
Blog del autor: www.memorialguatemala.blogspot.com
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