Sospechas de que Trump lo echó de la FBI por la indagatoria sobre la interferencia rusa
Demócratas exigen que un fiscal especial investigue nexos del equipo del presidente con Moscú
El jefe de la Casa Blanca se reúne con Henry Kissinger, quien fuera estratega de Nixon
En una sesión de fotos de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y
Henry Kissinger, ex secretario de Estado y estratega de Richard Nixon,
el jefe de la Casa Blanca respondió a la pregunta de por qué había
despedido a James Comey de la FBI:
no estaba haciendo un buen trabajo, aseveró
El inesperado y asombroso despido del director de la Oficina Federal
de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) James Comey este
martes, dispuesto por el presidente Donald Trump, detonó una tormenta
política que ha generado comparaciones con el escándalo Watergate y advertencias de que está en riesgo el orden constitucional del país.
Hay sólo un precedente en la historia en que un presidente despidió a
un oficial que encabezaba una investigación contra la Casa Blanca:
Richard Nixon ordenó el cese de Archibald Cox, el fiscal especial que
estaba a cargo del caso conocido como Watergate, en octubre de
1973, orden que el procurador general y el subprocurador general de ese
tiempo rehusaron acatar y renunciaron, marcando la etapa final de esa
presidencia.
La FBI investiga la presunta interferencia rusa en las elecciones
presidenciales de 2016, incluyendo si socios de la campaña de Trump de
alguna manera estaban trabajando en coordinación con el gobierno de
Vladimir Putin.
Es apenas la segunda vez en que un presidente cesa a un jefe de la
FBI (Bill Clinton fue el primero, cuando expulsó del cargo a William
Sessions por violaciones éticas) en los 109 años de su existencia. Los
directores de la FBI son nombrados para periodos de 10 años justo para
mantener un grado de independencia del juego político.
La justificación oficial del cese inmediato de director de la FBI,
redactada por el subprocurador general, Rod Rosenstein, que se centra en
la acusación de que habían cometido serios errores en la forma en que
realizó la investigación el año pasado sobre el manejo de los correos
electrónicos de Hillary Clinton cuando fue secretaria de Estado, no
convenció casi a nadie; ni a los demócratas, que acusan que eso les
costó la elección, ni a otros que recuerdan que Trump elogió a Comey por
ese trabajo. Al contrario, sólo alimentó las sospechas de que la
decisión de despedir a Comey tiene relación con su investigación sobre
los vínculos de Trump y su equipo con el gobierno ruso.
Por tanto, durante todo el día de ayer los ecos del Watergate, sobre todo el aspecto de un encubrimiento, han dominado el ámbito político.
Sólo 24 horas antes del dramático despido, la ex procuradora general
en funciones Sally Yates confirmó ante un comité del Senado (uno de tres
comités legislativos que investigan la interferencia rusa en las
elecciones) que ella había informado al abogado de la Casa Blanca que el
entonces asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn estaba mintiendo
sobre sus conversaciones con diplomáticos rusos y que, por tanto, era
vulnerable a un posible chantaje de los rusos. El ex director de
Inteligencia Nacional James Clapper, en la misma audiencia, había
confirmado que la inteligencia británica compartió información sobre
interacciones entre agentes rusos y asesores de Trump el año pasado, la
cual era verídica y contenía datos
muy sensibles.
Por cierto, justo unos días antes, Comey había solicitado más recursos para esta investigación, reportó este miércoles el New York Times. Pero Trump ya había solicitado a Sessions desde hace una semana que buscara
alguna manerade deshacerse de él, refirió el sitio de noticias Politico.
Para que todo fuera aún más raro, en un día en que se intensificaba
la especulación sobre si Trump buscaba frenar la investigación sobre el
papel de los rusos en su elección, el presidente recibió este miércoles
en la Casa Blanca al canciller ruso, Serguei Lavrov, y al embajador
Serguei Kislyak, cuyos contactos con el procurador general Jeff
Sessions, Flynn y otros funcionarios cercanos a Trump, son parte de la
investigación.
Pero hay más: este miércoles Trump también se reunió con Henry
Kissinger, quien, entre otras cosas, fue secretario de Estado y
estratega de Nixon. Fue ahí –durante una sesión de fotos– que Trump
respondió a una pregunta sobre por qué echó a Comey:
porque no estaba haciendo un buen trabajo, aseveró.
Ahora los demócratas, analistas, políticos de ambos partidos y
las juntas editoriales exigen que se nombre un fiscal especial
independiente para encabezar la investigación sobre los vínculos de
asociados de Trump con los rusos.
Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado, declaró
que la única manera de superar la sospecha de que el despido de Comey no
fue
un encubrimientoes con el nombramiento de un fiscal independiente. Eso fue compartido por casi todos los demócratas, pero fue rechazado de inmediato por Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana, y poco después por el mismo Trump.
Elizabeth Warren, influyente senadora demócrata, afirmó que
no hay dudade que Trump hizo esto para frenar la investigación. “Nunca desde Watergate han estado tan amenazados nuestros sistemas legales y tan sacudida la fe en la independencia e integridad de esos sistemas”, declaró el senador demócrata Richard Blumenthal.
El liderazgo republicano, por ahora, expresó su apoyo al presidente, y
criticó el trabajo de Comey, pero por lo menos tres congresistas se
sumaron al llamado de nombrar un fiscal independiente, mientras otros,
como el jefe del comité de Inteligencia, Richard Burr, comentó:
no le veo sentido al razonamientopara la decisión de Trump. Otros republicanos buscaron caminar sobre una cuerda cada vez más floja, tratando de expresar su extrañeza por el despido, pero sin criticar al presidente.
Juntas editoriales y comentaristas influyentes, incluidos
conservadores, se sumaron al gran debate, al subrayar que la decisión de
despedir a Comey sólo alimenta la incertidumbre y las sospechas, y mina
la credibilidad en las instituciones democráticas.
El despido de Comey siembra una
grave duda sobre la viabilidad de cualquier investigación sobre lo que puede ser uno de los escándalos políticos más grandes en la historia del país, opinó el New York Times. Afirmó que Comey
fue despedido porque encabezaba una investigación activa que podría tumbar a un presidente, y señaló que el paralelo más cercano es Watergate, aunque concluye que
el país ha alcanzado un momento de mayor peligroque el de entonces.
El despido ha minado la credibilidad de una investigación vital de seguridad nacional, comentó el Washington Post.
Analistas advierten sobre una
crisis constitucional
No pocos columnistas declararon que, con esto, Trump ha
confirmado su desdén hacia el proceso democrático y comprueba que es
como lo dijo Dana Milbank del Washington Post,
un tirano de segunda.
“Es un abuso grotesco del poder… este es el tipo de cosas que suceden
en las no-democracias”, dijo el abogado y comentarista legal de CNN,
Jeffrey Toobin. Según John Cassidy, de The New Yorker, esto fue
un ataque premeditado y aterrador contra el sistema estadunidense de gobierno, algo que podría llegar a una
crisis constitucional.
Max Boot, del Consejo de Relaciones Exteriores, resumió lo ocurrido en un tuit:
primer presidente jamás investigado por la FBI por colusión con un poder extranjero hostil. Primer presidente en despedir al director de la FBI encargado de la indagatoria. El legendario periodista Bill Moyers advirtió que la situación se acerca a un
intento de golpedel presidente.
Hasta Edward Snowden tuiteó este miércoles que aunque Comey deseaba
encarcelarlo se oponía a su despido, y agregó que todo estadunidense
debía
condenar tal interferencia políticaen el trabajo de la FBI.
John Dean, abogado de la Casa Blanca en el gobierno de Nixon, comentó que el despido de Comey fue
una maniobra muy nixoniana; por otro lado, consideró que “cada movida apunta hacia el ‘encubrimiento’”.
Foto Ap David Brooks Corresponsal
Periódico La Jornada
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