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lunes, 17 de abril de 2017

La marcha de la economía en Estados Unidos: una más



José Antonio Rojas Nieto
El comportamiento reciente de la economía vecina no deja lugar a dudas. ¡Camina con tumbos! ¡La van a alcanzar! ¿Quién duda que la economía de China tardará no más de 10 años en contar con un producto igual o, incluso, superior al de nuestros vecinos? ¡Al menos nominalmente si, como lo ha venido haciendo los últimos años, crece a una tasa del orden de 7 por ciento real al año! Y esa novedad de la economía estadunidense –que ya mero es alcanzada por la economía de China– se muestra en diversos indicadores, cuya evolución reciente hace pensar más en lo que podríamos caracterizar como un crecimiento económico errático.
Crecimiento con dificultades estructurales consistentes. ¿Cuáles indicadores y por qué? Me refiero a siete: 1) la tasa de desempleo; 2) al tiempo medio de duración del desempleo; 3) a la participación del salario y las remuneraciones en el producto; 4) la evolución real del salario y la productividad; 5) la capacidad industrial instalada; 6) la capacidad industrial utilizada; 7) finalmente y para sólo dar un indicador más, la producción industrial total. Comparemos los datos internacionales del Banco Mundial (globales y particulares del producto hasta 2015). Podremos notar que la economía de Estados Unidos ha crecido los pasados 15 años a una tasa media de 1.8 por ciento. Equivale a crecer menos de un tercio en tres lustros. China, por su parte, creció tres veces más en el mismo tiempo. Su economía es cuatro veces lo que era hace 15 años. Es cierto que el gigante asiático combina la intensificación de su economía con un desarrollo todavía extensivo. Las relaciones financiera, salarial y comercial aún penetran en ámbitos tradicionales. Pero sigue creciendo a casi 7 por ciento al año. Su tasa en tres lustros es casi de 10 por ciento real al año (9.7).
La India, por su parte, casi creció dos veces más. Su economía es tres veces lo que era hace cinco años. Una tasa de 7.2 por ciento real al año en tres lustros. También en parte por la extensión de las relaciones financiera, salarial y comercial. Pero, sin duda, también por una mayor intensificación productiva. Permítaseme presentar dos ejemplos más del desenvolvimiento económico global en los pasados 15 años.
Corea del Sur creció 80 por ciento. Su economía actual es poco menos que el doble de hace 15 años. México, por su parte, creció un tercio. Sí, la economía del México de hoy es apenas un tercio mayor que la de hace 15 años, justo cuando empezaba el nuevo siglo. La comparación con los crecimientos de población prácticamente confirma estas tendencias con el cálculo del producto por habitante.
Gran dinamismo en China y La India, donde la población ha crecido a 0.6 y a 1.5 por ciento al año, respectivamente, también en los pasados 15 años. Pobreza relativa de Estados Unidos y en México, con población que crece, respectivamente, a 0.9 y a 1.4 por ciento también los pasados 15 años. Pero regresemos a observar en esta ocasión dos de los siete indicadores seleccionados. Tasa de desempleo; es decir, porcentaje sin empleo de la población civil mayor de 16 años, que tiene trabajo o que lo busca. Y periodo medio de duración del desempleo, a saber, promedio aritmético del número de semanas que tarda un desocupado en volver a ocuparse. Las hemos comentado en otras ocasiones. Se han tornado dramáticas. Pues bien, en el contexto de los crecimientos internacionales indicados antes, la tasa de desempleo en el vecino país ya está –es cierto– en 4.5 por ciento.
Pero pasaron 89 meses para alcanzar ese valor, luego de que en octubre de 2009 se alcanzara una tasa de desempleo de 10 por ciento, la máxima de la crisis de 2008-2009. Como antecedente de este larguísimo periodo para disminuir la tasa de desempleo sólo tenemos el de la crisis de 1983. También fue necesario el mismo número de meses (89) para lograr que bajara esta tasa de desempleo. En aquel momento de un nivel de 10.4 por ciento registrado en los meses de enero y febrero de 1983, a un nivel de 5.4 por ciento registrado en junio de 1990. Y, sin embargo, casi inmediatamente volvió a subir la tasa de desempleo en los años 1991 y 1992. Comportamiento cíclico evidente.
¡Nunca ha sido posible sostener de manera permanente una baja tasa de desempleo! Y ahora –siguiendo este ciclo secular– podríamos esperar que la tasa de desempleo vuelva a subir. ¿Qué tan rápido y hasta qué nuevo nivel? ¡Difícil saberlo en este momento! Este sería, entonces, un primer indicador errático de la economía estadunidense. El desempleo sube y baja. Y cada vez sube más abrupta y aceleradamente. Y cada vez es más difícil hacer que baje. ¿Alguien apuesta su cuarto a bastos, preguntaría el profesor Eliezer Morales en sus clases de Teoría Económica? Y, por si esto fuera poco, esta tendencia se acompaña con un alargamiento similarmente secular de la duración del desempleo. De mayo de 2008 a octubre de 2011 el tiempo de búsqueda de inicio o regreso a la ocupación se movió de poco menos de 20 semanas a poco más de 40 semanas.
Dramático alargamiento del periodo de angustia laboral de los desocupados. Y del invierno de 2011-2012 a la primavera de este 2017 apenas ha disminuido a 25 semanas. Este periodo medio de espera de contratación o recontratación es superior a todos los altos niveles alcanzados en crisis anteriores. De nuevo el comportamiento de este indicador –como en el caso de la tasa de desempleo– no sólo es cíclico, sino persistentemente difícil de retornar a la anterior situación. En la tasa de desempleo para recuperar un nuevo nivel bajo. Y en el de la duración media del desempleo para disminuir el periodo de esa angustia laboral.
Se trata de dos características que muestran el deterioro de la vida económica de los trabajadores estadunidenses. Entre ellos –como lo veremos en otro momento– los trabajadores migratorios. Sin duda.

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