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viernes, 25 de noviembre de 2016

“Democracia de baja intensidad”


Argentina, a un año del gobierno de Mauricio Macri

La asunción de Mauricio Macri a la presidencia de Argentina el 10 de diciembre del 2015 implicó una ruptura con el proyecto kirchnerista inaugurado en mayo del 2003 por Néstor Kirchner y continuado por su esposa Cristina Fernández de Kirchner. A pesar de la retórica pacificadora de la Alianza Cambiemos durante la campaña electoral, la tensión política no ha desaparecido en la sociedad argentina en estos últimos doce meses. En la actual pugna entre el gobierno y la oposición no se dirime solamente un proyecto de país sino también el concepto mismo de lo que es la democracia y la política. Así lo enfatiza Agustín Rossi, diputado en el Parlamento del Mercosur, ex diputado nacional por el Frente para la Victoria (FpV) y ex ministro de defensa del Gobierno de Cristina Kirchner entre 2013 y 2015. Entrevista exclusiva.
P: ¿Qué es la política para el actual gobierno?
Agustín Rossi: Tiene un profundo desprecio por la política. Desde su inicio, el discurso oficial intentó identificar a los militantes políticos con “ñoquis”, (ndr: aprovechadores del Estado). Crítica conceptual que viene de un gobierno donde los principales ministros y muchos funcionarios son o han sido CEO de grandes empresas multinacionales. El modelo macrista no imagina la política como herramienta de transformación de la sociedad. En la práctica, promueve una democracia de baja intensidad, es decir con muy escasa participación. Y que incluye un esquema que se nutre en el acuerdo con los poderes corporativos, donde éstos imponen las condiciones. El gobierno prioriza el protagonismo de dichos poderes corporativos. Es decir, el interés empresarial por sobre el interés general. Protegido, además, por los grandes grupos mediáticos.
P: Pero tanto para Macri como para la oposición, el voto es un elemento muy importante de medición política…
AR: Sin ninguna duda. Y las elecciones intermedias del año 2017, donde se elegirá una parte de diputados y senadores, constituirán un momento clave para evaluar la realidad. Si el gobierno saca un 30 % de votos, esto representará un 70% de opiniones desfavorables. Si se acerca al 40% ya podría ser un resultado aceptable para ellos. Un problema actual de la oposición es la dispersión. El gobierno podría perder en distintas provincias pero contra distintas fuerzas. Me permito introducir aquí otro elemento deformante de lo que es la democracia y la política para el actual gobierno. Según su concepción existe el oficialismo y lo que ellos denominan la oposición responsable, es decir fuerzas políticas y sindicales que aceptan el marco global del actual modelo. Trata de desprestigiar –e incluso destruir- lo que está fuera de ese marco reduccionista: el kirchnerismo y en particular la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner; diversos movimientos sociales y sindicales combativos; algunas organizaciones empresariales; iniciativas importantes como las multisectoriales contra el tarifazo ; así como los organismos de derechos humanos.
Es importante señalar, además, las grandes movilizaciones que durante todo el año marcaron la cancha política nacional. La del 24 de marzo, en repudio al Golpe Militar de 1976, que fue la más numerosa de este tipo de convocatorias desde que se realiza. La del 13 de abril, para acompañar a Cristina Fernández de Kirchner cuando fue convocada a los tribunales. El 29 de abril, la de las centrales sindicales. La de los estudiantes en defensa del presupuesto. La Marcha Federal promovida por las dos CTA (Central de Trabajadores de Argentina). La promovida por el movimiento de mujeres Ni una Menos. La marcha de San Cayetano organizada por movimientos sociales etc. Todas estas importantes iniciativas fueron prácticamente ignoradas a raíz del cerco mediático de los grandes grupos de poder informativo.
P: Vuelvo a lo electoral… ¿El termómetro para evaluar las elecciones del 2017 son los resultados de las últimas elecciones presidenciales del 2015?
AR: Son una referencia aunque debemos hacer una lectura más de fondo. En 2015, Cambiemos ganó con un 51.40% contra el 48.60 % del Frente para la Victoria. Se podría pensar entonces que la dirigencia también representa esos porcentajes. Sin embargo hoy, el 80% de la dirigencia política del país es oficialista o neo-oficialista. Y solo un 20 % es opositor. Relación que no se corresponde a lo que pasa en la sociedad. Pienso que hay más   kirchnerismo en el pueblo que dirigentes kirchneristas y aun más, que hay más oposición en el pueblo que dirigentes opositores…Todo esto se evaluará en los comicios del año que viene.
P: Un tema que atraviesa el debate político en Argentina es la corrupción por la que son juzgados algunos funcionarios de la administración anterior o empresarios cercanos al gobierno kirchnerista. En la prensa internacional se trata de asociar como un todo único lo de Argentina y Brasil…
AR : Los que atacan al kirchnerismo por corrupción van contra toda la verdadera participación política. No es casual que están tratando de cambiar el sistema electoral con una serie de preceptos que buscan prescindir de la militancia. Quieren deslegitimar a la oposición y a la militancia kirchnerista asociándola con corrupción. E introducen ejes falsos, de distracción. ¿Qué es más importante: discutir sobre cuánto gana un diputado o el comportamiento político y lo que vota ese diputado? Otro elemento esencial para entender el tema de la corrupción: es significativo que cuando explotó el escándalo de los Panamá Papers , en los mismos no aparecen ni Cristina Kirchner ni Néstor Kirchner, pero sí apareció el presidente Mauricio Macri y sus familiares con numerosas empresas offshore en el extranjero.
Si analizamos lo de Brasil, la sanción a Dilma Rousseff fue claramente política, por parte de un parlamento en el cual un buen porcentaje de los legisladores están acusados por corrupción y el mismo diputado que promovió el juicio contra Dilma hoy está preso. Insisto en algo esencial: en los Panamás Papers no están ni Cristina, ni Dilma, ni Lula, ni Evo, ni Correa, ni Pepe Mujica, ni Lugo. Sí están Macri y Vargas Llosa, uno de los ideólogos de toda esta visión neoliberal que busca reposicionarse en el continente. Las denuncias de corrupción han sido históricamente una herramienta política de la derecha latinoamericana para desprestigiar a gobiernos nacionales y populares.

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