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miércoles, 25 de mayo de 2016

Néstor Kirchner, hace 13 años



José Steinsleger
La Jornada 
Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía. Una expresión ingeniosa, por cierto, y a la que ahora recurriré en sentido inverso, a propósito de la corrupción de los Kirchner. Espero, pues, la indulgencia de los que subliman las opiniones de lado y lado, sugiriéndoles considerar que las del terrorismo mediático ocupan todos los lados.
Pero antes de seguir, cabe celebrar la generosa sincronía del calendario: hoy se cumplen 13 años del triunfo electoral de Néstor Kirchner (1950-2010), y uno más de la emancipación de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia), aquella suerte de Mercosur en pañales (1810).
Trataré, entonces, de aportar a una tarea que Sísifo rechazaría: airear un poco los indiscriminados y sostenidos torrentes de popó que la escatofagia política, mediática y judicial del país sudamericano continúa vertiendo sobre la memoria de Kirchner y su viuda, Cristina Fernández.
Tal ofensiva fue muy bien planificada, con mensajes al proyecto de in­tegración de América Latina y apuntalándose, democráticamente, en el odio clasista y racial antiperonista para satanizar el capítulo más prolongado, próspero y estable de la historia política argentina (2003/15).
Intento que, en todo caso, carece de originalidad. Porque las luchas sociales argentinas siempre se desenvolvieron entre opciones torales: imperialismo o nación, pueblo u oligarquía, liberación o dependencia. Luchas que empezaron justamente un 25 de mayo de 1810, y que Mariano Moreno (1778-1811) pautó en frase para el bronce: Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad.
Moreno fue el primer desaparecido de la política rioplatense y, según algunos investigadores, habría sido envenenado por agentes de Londres, en alta mar. Luego, patriotas como José Gervasio Artigas y José de San Martín (nacidos en las orillas oriental y occidental del río Uruguay), y más tarde el bolivariano Manuel Dorrego y el conservador popular Juan Manuel de Rosas, recogieron la bandera de una causa común: patria sí, colonia no.
Los primeros independentistas fueron derrotados por los aliados de su majestad británica en la cuenca del Plata (Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca), fundadores y presidentes del Estado nacional moderno (1862). Proyecto que fue posible con el exterminio de los caudillos provinciales alzados contra el poder monopólico de Buenos Aires, de los afroargentinos usados como carne de cañón en la genocida guerra del Paraguay (1864-70), y de los pueblos originarios de las pampas y el litoral subtropical.
A finales del siglo XIX e inicios del XX, dos grandes líderes populares, Hipólito Yrigoyen y Juan D. Perón, consiguieron representar a los paupérrimos inmigrantes importados de Europa para blanquear el país, junto con los nativos despojados por el patriciado. Y así, aquella Argentina de vacas gordas y peones flacos (que la franquicia liberal Vargas Llosa & asociados evocan con retrógrada nostalgia) fue puesta contra las cuerdas.
En dos periodos salteados (1916/22-1928/30), Irigoyen gobernó ocho años, y Perón poco más de 10 (1946/55-1973/74). Pero ambos fueron derrocados por sendos golpes cívico/militares (1930 y 1955). Por lo que, en total, los argentinos vivieron menos de 50 años de democracia real, y 102 bajo gobiernos seudo republicanos o dictatoriales.
Fechas y números que no alcanzan a expresar la inaudita violencia de las luchas fratricidas, y que en la última dictadura cívico/militar (1976-83) alcanzaron grados superlativos de crueldad y destrucción nacional. De ahí el odio contra los Kirchner, quienes durante sus gobiernos recuperaron la memoria real, y las causas estructurales de las dichas y desdichas argentinas.
¿Qué si Néstor fue corrupto, y Cristina más aún? Mire usted. La justicia nada les ha probado, mientras la otra que lo asegura es la de los grandes medios de comunicación, que vienen modernizando el Poder Judicial, haciendo de Montesquieu un pendejo.
Añádase a ello que la nueva forma de impartir justicia en toda América Latina tiene como fiscales a los fondos buitres de Wall Street, y a pequeños ejércitos de políticos como Mauricio Macri (con denso prontuario judicial), o los de Brasil, que echaron a Dilma del poder invocando a Dios y la ­familia.
Ya lo ve. Me quedé sin espacio. Pero si usted desea conocer algo más de esta historia, le sugiero revisar un libro que acaba de aparecer, Del gobierno popular al modelo neoliberal, con textos de Carlos Prigolini (antropólogo), José Miguel Candia (sociólogo), Néstor S. Medina (historiador), Juan Carlos Rodríguez (economista), y Walter Martínez Alves, brigadier general artiguista (R), de la Fuerza Aérea uruguaya.
Editado en México por el Grupo de Apoyo del Frente para la Victoria (FpV), el libro será presentado el mes entrante en el foro de Casa Lamm, y está a la venta en librerías del FCE y de La Jornada. 

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