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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Haiti y su aislamiento




Introducción: Lo que no cuentan
Cumplidos diez años del desembarco de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) y a cinco años y medio del terremoto del 12 de enero de 2010, se conocen poco las razones de fondo que subyacen y explican la crisis política, social, y económica haitiana.
La mención de Haití en la mayoría de los medios masivos de comunicación se hace como referencia exclusiva a las penurias, enfermedades y ayudas internacionales que recibe. Problemáticas como la inseguridad de Haití, acrecentada desde la ocupación de las llamadas “fuerzas de paz”, sólo aparecen en la agenda mediática cuando se trata por ejemplo de la muerte de un militar chileno integrante de la MINUSTAH en la zona de la frontera con República Dominicana, muy oportunamente para culpar a las manifestaciones populares que se estaban desarrollando y para que Chile anuncie la continuidad de sus tropas en Haití.
Otro tema del que poco se habla son las responsabilidades que tiene la MINUSTAH en la realidad socio-económica angustiante de Haití junto a las numerosas ONGs instaladas en el país caribeño luego del terremoto.
De manera muy diferente a la amplia repercusión y divulgación que tuvieron los episodios de revueltas conocidos como “primaveras árabes”, el clima de agitación y movilizaciones populares imperante actualmente que exige la realización de elecciones en Haití es ignorado casi por completo por los contenidos de la información existente.
Ninguna omisión es gratuita ni casual, cuestiones como la riqueza de los yacimientos de oro y plata, la extranjerización de la economía agrícola, la propiedad de la tierra, el mantenimiento del país como mercado para empresas extranjeras y la vigencia de toda una estructura de dependencia neocolonial del país caribeño con respecto a las potencias occidentales (y sus organismos internacionales), se conjugan en ese silencio.
A continuación desarrollaré los ejes anteriormente mencionados sin intención de ser exhaustiva pero con el propósito de demostrar que si relacionamos información real sobre esos temas podremos llegar a una comprensión del porqué del aislamiento de Haití en los medios de comunicación sistémicos.
La militarización de Haití: La MINUSTAH no se quiere ir
La MINUSTAH se creó el 1 de junio de 2004 tras el golpe de Estado llevado a cabo por Estados Unidos, Francia y Canadá que derrocó a Jean-Bertrand Aristide, el presidente elegido democráticamente perteneciente al partido Fanmi Lavalas. Tras vencer claramente los sufragios en las dos elecciones en las que había participado, Fanmi Lavalas fue ilegalizado en las elecciones 2010, que «ganó» el candidato favorito de Estados Unidos, Michel Martelly.
La suma que el Departamento de Estado estadounidense destinó a la ocupación militar con fines de realizar “actividades de mantenimiento de la paz” fue de 117.111.216 dólares en el año 2013 y en la actualidad según el economista y docente haitiano Camille Chalmers, el presupuesto de la MINUSTAH ronda los 600 y 700 millones de dólares.
Por Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 2180 del 2014 se resolvió mantener la MINUSTAH en Haití hasta octubre de 2015 y con intenciones de extender la ocupación al 2016 llegado ese momento.
En la Resolución se decide que la dotación total máxima de la MINUSTAH (que está integrada por soldados de 39 países) sea de 2.370 efectivos y un componente de policía de hasta 2.601 efectivos, y se exhorta al Secretario General a que se asegure de que se mantenga en el país una dotación de efectivos cercana a la dotación actual hasta que presente su próximo informe al Consejo de Seguridad.
La Resolución fundamenta la permanencia de la MINUSTAH en el país isleño en el mantenimiento de la “seguridad” pero no evalúa su “inacción” o falta de avances en el flagelo del narcotráfico que ha aumentado. En este punto viene a tema lo dicho por el Dr. Camille Chalmers quien asegura que Haití se ha convertido en un país de tránsito de droga que va hacia EEUU, “el 12% de la cocaína que ingresa a EEUU transitó por Haití gracias a la presencia de la MINUSTAH”. Tampoco se menciona en la Resolución como objetivo de trabajo, la recuperación del funcionamiento de las instituciones, algo comprensible teniendo en cuenta las relaciones que algunos establecen entre la MINUSTAH y el fraude en las elecciones que llevaron a Martelly al poder.
Si se considera la naturaleza de muchas de sus actuaciones, la MINUSTAH puede caracterizarse como fuerza de ocupación ya que desde el principio sus operaciones de «mantenimiento de la paz» implicaron la represión política de los partidarios de Fanmi Lavalas. Recientemente ha disparado fuego real contra manifestantes.
En América Latina, gracias al programa IMET (Programa Internacional de Educación y Entrenamiento Militar), proporcionado por la Universidad Nacional de Defensa de EEUU y para la formación de cuadros militares en todo el mundo, trabajando para crear una red militar multinacional en América Latina, se ha capacitado a 10.000 estudiantes en doce países. Esto, por ejemplo, permitió a los Estados Unidos poder reemplazar rápidamente sus tropas en Haití MINUSTAH por soldados que son en su mayoría chilenos, argentinos y brasileños.
El cólera
Esta formación militar enviada por la ONU no ha contribuido a evitar los atropellos de los derechos humanos y para colmos de males diversas investigaciones científicas revelaron que los soldados de Nepal de la fuerza de la ONU son los responsables de la introducción del Vibrio cholerae en Haití, revelan diversas investigaciones científicas.
“A lo largo de estos diez años la MINUSTAH ha recopilado un historial horrible de violaciones de los derechos humanos entre las que se incluyen, entre otras, las ejecuciones extrajudiciales, una epidemia de agresiones sexuales contra hombres, mujeres y niños haitianos, la represión de manifestaciones políticas pacíficas, además de haber desencadenado debido a una negligencia criminal una epidemia de cólera que provocó la muerte de más de 9.000 personas y la infección de otro millón de personas.”-explican el Dr. Ajamu Nangwaya y Kevin Odmonds, investigadores canadienses.
Si bien antes del terremoto preexistían carencias sanitarias importantes de la población con respecto al acceso a agua potable, procesamiento de excretas y acceso a servicios de salud, la llegada del cólera de la mano de soldados nepaleses integrantes de la MINUSTAH, desató una verdadera epidemia que ya lleva un trágico saldo de 8000 muertos y no se vislumbra solución a corto plazo.
El robo, el mantenimiento deficiente, la corrupción y la falta de inversión, combinada con la falta de saneamiento, han contribuido a la degradación de los sistemas, y a la vulnerabilidad de Haití al cólera. Lo paradójico es que Haití es rica en recursos hídricos, según un estudio realizado en 1999 por el Comando Sur del Ejército de EE.UU., llamada Evaluación de los Recursos del Agua de Haití. El ejército de los EE.UU. estudió el agua de Haití "para proporcionar a Haití y a los planificadores militares de EE.UU. la información precisa para la planificación de varios ejercicios conjuntos de entrenamiento militar y ejercicios cívicos humanitarios de ingeniería de asistencia."
El agua no es considerada un “bien público” y a eso se ha sumado la sucesiva dependencia económica de los gobiernos -préstamos y subvenciones- lo que significa que también están sujetos a la buena voluntad de los "donantes".
Por ejemplo, un contrato de préstamo de 54 millones dólares con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), firmado en 1998, no entró en acción hasta hace muy poco, porque Washington "enlenteció" toda la ayuda del gobierno con el fin de presionar al gobierno de Jean-Bertrand Aristide. El préstamo rehabilitaría y ampliaría los sistemas de agua en dos de las grandes ciudades de Haití.
Las ONG, los préstamos y el negocio de la ayuda humanitaria
El plan de eliminación del cólera en Haití necesita de $ 2,2 mil millones de dólares. Para los años 2013 y 2014, Haití estaba solicitando unos $ 444 millones de ayuda económica.
Según el ex Primer Ministro Lamothe , no se concretó el 52% de la ayuda económica que muchos países se comprometieron a donar luego del terremoto y esto impide la recuperación de Haiti. El F.M.I, por su parte, les prestó en 2010 (no les donó) 114 millones que deben empezar a devolver ya que han pasado los cinco años y medio de gracia.
Las “ayudas” de EEUU o Europa se materializaron en inversiones que fueron depositadas a obras que realizan empresas de sus respectivos países, sin incluir a empresas nacionales.
La ayuda internacional ha funcionado en Haití como una empresa lucrativa disfrazada de obra de caridad. Aproximadamente el 80% de los fondos de la ayuda internacional consagrada a los países en desarrollo acabó en las arcas de las empresas y ONG de los países donantes. Lejos de ayudar, esta dinámica creó una relación de dependencia que obstaculiza el desarrollo de las mismas estructuras que podrían liberarlos de esta relación colonial.
Como explica Fabrizio Lorusso en su artículo en Rebelión.org “Después del terremoto, empezó una competencia de solidaridades y donaciones. ¿Quién daría más? La Organización de las Naciones Unidas (ONU), gobiernos, empresas, ciudadanos, sitios web, asociaciones y las más de diez mil Organizaciones No Gubernamentales (ONG) presentes en el país vertieron una masa de promesas y buenas intenciones, estimadas en cerca de 11 billones de dólares. Después de un año, sólo 5% de éstas había sido presupuestado y la verdadera competencia se dio, entonces, para ganar las licitaciones de las obras”.
La gestión del dinero fue otorgada a la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH), bajo el mando del ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el primer ministro haitiano, un puesto que quedó vacante por más de un año, tras la crisis política que sobrevino en 2011.
En los primeros dos años de “reconstrucción”, no hubo prácticamente ningún avance, la ciudad estaba igual, como a principios de 2010.
El hambre
Aunque es difícil de verificar existen informes que estiman que el hambre en Haití hoy ha alcanzado su mayor extensión en los últimos cincuenta años.
Sin embargo, las donaciones aportan millones de dólares en “ayudas alimentarias”, “para el desarrollo” y la “asistencia humanitaria”, y controlan programas de fomento que no tocan las causas estructurales del hambre. Algunas fundamentales son : la pobreza, la precariedad salarial y la privatización de todos los servicios; la inexistencia de un registro de la propiedad de la tierra y su uso clientelar; el impacto negativo de la “asistencia” internacional que actúa según coyunturas y emergencias, por sus propios intereses, fuera del poder del gobierno local
Actualmente, se siguen aplicando las mismas políticas que llevaron a la quiebra a la industria del arroz en Haití con la imposición de la eliminación de aranceles (al azúcar, arroz y pollo haitianos) en 1995, lo que implica un deterioro permanente al modelo de vida campesino e impide cualquier ensayo de soberanía alimentaria. En la década del 70, Haití autoabastecía su consumo de arroz, producto esencial en la dieta nacional. En cambio, actualmente, importa el 82% de EEUU y el 50% del resto de comida que consume.
Los programas de ayuda han obligado a abrir el mercado haitiano y a crear así millones de nuevos consumidores de productos estadounidenses, como el arroz, las aves de corral, el cerdo y otros productos, al tiempo que destruyen la producción agrícola local y cambian los hábitos alimentarios de la población haitiana.
Organización popular y elecciones
La periodista haitiana Dady Chery describió la llegada del actual presidente de Haití así:
“Clinton y sus compañeros había empezado a buscar otra manera de seguir manteniendo su dominio sobre el país y para ello era necesario un presidente haitiano conveniente que, más concretamente, fuera popular entre los jóvenes, pero careciera de patriotismo. Encontraron a su hombre en el músico mediocre Michel Martelly”. Su elección se convirtió en una simple formalidad después de que una comisión electoral excluyera la participación del partido Fanmi Lavalas, que atraía al 80% del electorado. Observadores de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) legitimaron los resultados a pesar de las muchas irregularidades y de contar solamente con los votos de aproximadamente el 20% del electorado en los críticos días post-terremoto.
El presidente actual representa a lo más atrasado de la oligarquía haitiana. Como tal, formó parte de las fuerzas conservadoras locales muy ligadas a EEUU que perpetraron el golpe contra Jean-Bertrand Aristide. Además, ha gobernado negando la Constitución de 1987, y sin convocar a elecciones legislativas, ni de ningún tipo. Creó una situación de vacío político e institucional funcional al plan de retroceso político para anular conquistas democráticas. Durante estos últimos cuatro años, el gobierno de Martelly ha tenido excelente relación con toda la llamada comunidad internacional, representado en el país por la Minustah. Este hecho refleja la fuerte alianza entre las fuerzas conservadoras locales e internacionales.
Sin embargo, llegado el momento de vencerse el mandato de Martelly, el pueblo haitiano es parte de mucha agitación, movilización e incertidumbre. El reclamo principal e ineludible es la realización de los comicios para no caer en una “etapa de transición” de 38 meses prevista. Según Camille Chalmers quien es parte de Pati kan pep la (Partido Político del Campo Popular), existe una gran incertidumbre y descontento que puede desembocar en una subversión popular si Martelly no llama a elecciones.
La crisis y falta de legitimidad de Martelly vino aumentando desde 2011 y a fines de 2014 logró la renuncia del Primer Ministro Laurent Lamothe y su reemplazo por Evans Paul, un líder de centro-izquierda que había luchado contra la dictadura de los Duvalier y había sido alcalde de Puerto Príncipe por el Frente Nacional por el Cambio y la Democracia encabezado por Aristide en 1990. Martelly anunciaba la conformación de un gobierno de consenso y la puesta en marcha de un órgano electoral para llevar a cabo las elecciones municipales y legislativas, entre las ruidosas manifestaciones de opositores que pedían su dimisión y el retiro de la MINUSTAH.
Dos modelos en pugna
Según Chalmers hace treinta años que Haití se debate entre dos modelos de país. Uno es el proyecto del movimiento social y popular, el que derrocó a la dictadura de Jean-Claude Duvalier en 1986. Éste tiene el objetivo de construcción de un país democrático, que transforme las actuales estructuras de desigualdad, opresión, exclusión y dominación que fueron conformadas desde 1915, con la primera intervención militar de EEUU. Frente a esto, se contrapone el proyecto del imperialismo norteamericano, sumado al de otros imperialistas y a la oligarquía haitiana.
El sistema neoliberal y de crisis institucional actual se forjó gracias a tres grandes intervenciones militares: en 1994, con el regreso de Jean-Bertrand Aristide; en 2004, con el establecimiento de la Minustah; y en 2010, con la excusa de terremoto.
Lo que peligra en esta pugna según Chalmers es “el legado de la revolución antiesclavista fue que la tierra quedó en manos de los campesinos. Por eso, hoy en día una de las ofensivas más importantes es el intento de quitarles la tierra a los campesinos para transferirla a las multinacionales aprovechándose de Martelly y de la coyuntura post sismo”. En este punto se explica el temor y rechazo popular a una etapa de transición preferida por fuerzas internas y externas que desean reformar la Constitución de 1987 para permitir que entidades extranjeras puedan ser propietarios de la tierra haitiana.
Después del terremoto de enero de 2012, se observa una penetración y avance del capital sobre todo en áreas económicas como la minería, el turismo de lujo, las exportaciones agrícolas, así como la constitución de una zona franca al norte. Respecto de la minería, se confirmó que en Haití hay yacimientos muy importantes de metales como el oro y la plata, entre otros, en el norte del país, y rápidamente nueve empresas mineras extranjeras se instalaron.
Conclusiones
Como vemos, las causas de la situación actual de Haití son mucho más complejas que el reduccionismo de atribuir sus desventuras al terremoto de enero de 2010.La “ayuda humanitaria” le ha acarreado una ocupación militar que casi no ha aportado soluciones pero sí se ha inmiscuido en su deteriorada institucionalidad y mantenido en el poder con dudosa legitimidad a Martelly; las ONG y empresas extranjeras han obtenido beneficios de las donaciones que tampoco han cumplido con los montos prometidos. El proceso de neoliberalismo que se estableció en la isla mediante los golpes de Estado y ocupaciones que atenta contra la agricultura local presionando para la eliminación de aranceles, ahora puso en su mira las riquezas mineras y en la enajenación del territorio.
Pero también Haití es sede de resistencias, agitaciones y movilizaciones populares. Y es que pese a haber transcurrido en estos últimos once años un proceso de cooptación e instrumentalización de los movimientos sociales existentes por las ONG y Agencias de “Ayuda” de EEUU y Europa, persisten formas de organización y protesta popular.
Todo está por verse hablando del primer país que se independizó en América Latina con su Revolución negra en 1804. Ubicada en un punto geoestratégico clave entre los proyectos más paradigmáticos y contestatarios del imperialismo de América (Cuba y Venezuela), Haití deberá crear su propio modelo emancipatorio con la inspiración en estos vecinos legendarios con quienes ya mantiene fructíferas relaciones de cooperación y mucho sustento por parte del Petrocaribe que integra.
Los periodistas y medios alternativos o que al menos no estamos sometidos a los intereses del imperialismo mundial nos cabe el deber ético de mostrar lo que se oculta de Haití, de sacarla del aislamiento de la omisión.  

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