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lunes, 18 de junio de 2012

ALEPH: Islas, imperio y nación (I)

Pensando en recio sobre laCuestión Malvinas, el espontáneo expresidente de Brasil e incuestionable líder mundial Luis Ignacio Lula se preguntaba hace un par de años qué es lo que hacen los británicos a 14 mil kilómetros de sus propias islas y cómo era posible que las Malvinas no fueran argentinas.

Carolina Escobar Sarti


Curiosidades como esta han puesto el tema en el Comité Especial de Descolonización de Naciones Unidas, y justo hoy Cristina Kirchner reivindicará en esa instancia la soberanía argentina de las Malvinas.

En una acción desesperada, el Reino Unido ha propuesto para el 2013 un referéndum en “Falklands” —nombre dado por los británicos a las Malvinas—, sabiendo que la población de tres mil habitantes estará de su lado. No podría ser de otra manera, sabiendo que la mayoría de esta población ha sido “sembrada” para vivir temporalmente en ese lugar por los mismos británicos y que es casi matemático que un ciudadano inglés —sin raíces en una pequeña isla del fin del mundo— quiera seguir siendo inglés. Este referéndum carece de entrada, de legitimidad, no solo por lo que acabo de señalar, sino porque será realizado por los habitantes de un territorio en disputa.

Inglaterra carece de argumentos razonables y sólidos frente a la Cuestión Malvinas, pero es indudable que su capacidad militar es infinitamente superior a la de Argentina. El problema es que Argentina no solo no tiene capacidad defensiva, sino que el gobierno de esa nación no tiene el menor interés en una confrontación bélica o en alimentar su aparato militar. Simplemente busca sentarse en una mesa a dialogar sobre la Cuestión Malvinas. Es por ello que este tema está demandando un reclamo de soberanía por vías diplomáticas a nivel internacional.

Lo militar es un costo innecesario, en todo sentido, y más simple sería deponer la histórica soberbia británica, alimentada —quizás— desde una nostalgia imperial. Con todo, las grandes posibilidades petroleras de la zona y la presencia de un submarino nuclear inglés con misiles antibuques y tecnología de última generación cercano a las Malvinas simboliza el nivel de amenaza y presencia que el Reino Unido está definiendo para este asunto. Parece mentira que un país que integra el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y estoy hablando de Gran Bretaña, no atienda las resoluciones de la Asamblea de esa misma organización. Y también es insostenible que los británicos, quienes suscribieron el Tratado de Tlatelolco para la prohibición de armas nucleares en América Latina y el Caribe, incumplan una vez más el compromiso suscrito en él. Esta discrecionalidad contribuye al debilitamiento de instancias como las que se mencionan y las vacía de contenido.

Las Malvinas son la consecuencia de una política colonial británica que data de inicios del siglo XIX. Sin embargo, el mapa geopolítico y geoestratégico del mundo demanda otros equilibrios y movimientos en torno a los núcleos tradicionales de poder. Nuevas ideas que cuestionan el intervencionismo y las formas colonialistas de operar en el mundo son puestas sobre la mesa para nuevos debates ciudadanos y políticos de mayor anchura.

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