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lunes, 20 de febrero de 2012

La transición sin piernas sociales

Joel Ortega Juárez / Milenio Diario
joeloj7168@yahoo.com.mx


A unos meses de las elecciones no tenemos ciudadanos libres y sí una partidocracia.
En las docenas de procesos transicionales ocurridos en el último cuarto del siglo XX, tanto los que pusieron fin a dictaduras militares de derecha en Portugal, España y Grecia en la Europa Mediterránea; las de las llamadas dictaduras proletarias o democracias populares en el centro y el este europeo, o bien la caída de las dictaduras militares derechistas de Iberoamérica: Brasil, Argentina, Uruguay, Perú, Bolivia, Paraguay, sobre todo la dictadura de Pinochet en Chile, y además el fin de las dictaduras militares en Centroamérica, si bien en esta región se dieron dos fenómenos singulares: la Revolución sandinista en Nicaragua y el Pacto FMLN-gobierno militar en El Salvador, en todos esos casos se transitó de sistemas y regímenes autoritarios a su transformación en democracias.
Las izquierdas mexicanas, principalmente el Partido Comunista, fueron organizaciones políticas desarraigadas del movimiento de los trabajadores y en particular del movimiento obrero.
Esa característica se prolongó en el PRD.
Esa tara genética, que surgió en 1912 con la creación de la Casa del Obrero Mundial, continuó con la CROM de Morones y se consolidó con la CTM de Fidel Velázquez y todo el sistema corporativo vigente, que tiene como emblemas al SNTE de Elba Esther Gordillo y al Sindicato Petrolero de Romero Deschamps, no sólo produjo una sumisión de los trabajadores ante el Estado y los patrones, sino que distorsionó el funcionamiento político natural de la formación social capitalista, donde la lucha política entre las clases se encauza a través del proceso democrático. El corporativismo es un esquema de relación entre el Estado y la sociedad donde el ciudadano no existe.
Los ciudadanos son sustituidos por los cuerpos de peticionarios.
Los más importantes son los sindicatos de asalariados.
Aunque ese esquema también se da en la relación con los patrones, que son obligados a pertenecer a las cámaras correspondientes.
Un fenómeno similar es el del clientelismo. Aunque éste no tiene la fundamentación institucional o legal que tiene el corporativismo. Se basa, más bien y sobre todo, en las relaciones de tutelaje y canonjías que dan los caciques a sus clientes.
Por ejemplo, las que se establecen para permitir el comercio ambulante o las prácticas de todo tipo de giros negros.
Es un esquema de relación típico en la ciudad de México.

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